Entendemos por personalidad a la estructura que nos hacer ser como somos, a lo que pensamos, sentimos y hacemos a lo largo de la vida.
La personalidad es como ese amortiguador que hemos creado para protegernos de los acontecimientos que provienen del exterior, por eso la personalidad la vamos creando a medida que tenemos experiencias en la vida.
La personalidad entonces nos ayuda a amoldarnos a la familia que elegimos, a la sociedad donde crecimos y a la cultura que aprendimos.
Decimos que cada persona es un mundo, pero en realidad somos más bien una pequeña constelación de experiencias y vivencias aprendidas. La personalidad nos ayuda a adaptarnos lo mejor posible a las nuevas exigencias a través del recuerdo o memorias de experiencias pasadas.
Para ello tenemos una memoria prodigiosa que lo guarda todo, aunque el almacén de recuerdos no esté siempre accesible, si que está automatizada la acción de como resolvimos esta u otra situación.
Pero a veces ocurre que este automatismo nos crean dificultades, ya que las situaciones y las personas cambian pero nosotros seguimos reaccionando automáticamente de forma similar en momentos determinados.
Te pongo un ejemplo:
“Elena aprendió de pequeña que ante los adultos tenia que callar y obedecer. Al día de hoy tiene problemas en el trabajo para poder comunicarse con su jefa. Sin ella poder evitarlo se vuelve a sentir como una niña cuando está ante personas que ejercen autoridad”.
Seguro que tu también tienes formas de sentirte o comportarte cuando estás en determinadas situaciones, nuestra mente funciona igual para todos y va creando los patrones que ayudan a entender la realidad y cómo te has de manejar para salir de cualquier situación como mínimo a salvo.
A veces podemos sentir que vivimos atrapados en jaulas: jaulas de pensamientos, de emociones y de hábitos que están ahí tanto tiempo que pensamos que no podemos cambiar.
Nada más lejos de la realidad, tan sólo se trata de abrir la puerta de la jaula y echar a volar.
¿Te atreves a abrir la puerta de tu jaula?